Desde pequeño creció en una familia, en la que por ser el menor de tres hermanos, tuvo una vida llena de lujos. No hubo deseo que no se le cumpliera, pero no todo fue miel sobre hojuelas en la vida de Hernán Sada Garza, mejor conocido como Grillo”, un mal día probó las drogas y su vida perfecta dio un giro radical
Un 2 de octubre del 2019, en el Hospital Zambrano Hellion, donde estaba internado su papá, Hernán Sada Garza, mejor conocido como “Grillo Sada”, prometió que dejaría el alcohol y toda su vida anterior llena de excesos, lujurias y drogas, y lo ha cumplido.
Un documental y un libro sobre su vida, podrían ser testimonios de aquella época de excesos, donde las drogas, el alcohol, la soledad y las falsas amistades preponderaban en su vida.
Ambos serían un testimonio para que las nuevas, y no tan nuevas generaciones, se enteren que con fe y mucho amor a sí mismo, se puede salir del infierno para entrar de lleno a la gloria.
Luce perfecto, su semblante es de un hombre feliz, alegre, que disfruta de su entorno, quizá como jamás lo ha disfrutado antes.
De figura esbelta y sonrisa amable, Hernán Sada Garza, “Grillo Sada” para los amigos, es un hombre que no gusta de “adornar” las palabras para impresionar a nadie, “¡a mí me gusta hablar al chile!”, advierte de manera graciosa, con esa risa que pocas veces abandonó durante la entrevista con “ajá!”.
La cita se dio en su apartamento la tarde calurosa de un viernes que “Grillo Sada” jamás olvidará porque una carta, escrita por su padre hace 27 años, trastabilló por momentos su estabilidad emocional al grado de romper en llanto un par de veces.
“Es una carta que apenas me dio mi madre y no sé ni lo que dice, ¿me la puedes leer?”.
Y al conocer su contenido, en el que su padre habla del inmenso amor y confianza que sentía por él, sus ojos se inundaron de lágrimas.
“No esperé que mi padre me dijera todo eso tan hermoso”, expresó con voz entrecortada
.En su apartamento, hay un pequeño “ejército” de gente a su alrededor, acatando sus indicaciones al pie de la letra; el trato para sus empleados es gentil, amable y hasta familiar.
¡Un saludo “codo a codo” y con sana distancia, marca el inicio de la entrevista con “ajá!”.
“Gracias por venir, es su casa”, fueron las primeras palabras de “Grillo Sada”.
Con el corazón en la mano, habla de todo lo que tuvo que pasar para poder ser lo que hoy en día es: el hombre feliz que ve la vida desde otra perspectiva, alejado de todo lo que alguna vez le hizo daño; el hombre feliz que está dispuesto a ayudar, a quienes, como él, cayeron en el falso mundo de los vicios.
“No sé ni qué estoy haciendo aquí, pero estoy para servirte, tú pregunta y yo te contesto”, dice al momento de acomodarse en un sillón.
Su mirada es inquieta, al igual que sus manos y siempre hay un cigarro por encender durante la charla.
¿Todo lo que ha hecho en la vida lo ha hecho con pasión y con excesos?
“Yo me acuerdo que desde chiquito tenía todo, nunca me faltó nada, a mis 8 ó 10 años ya tenía mis caballos, mis perros, mis motos, son los mejores recuerdos de mi vida, al lado de mi padre”.
¿Fue una niñez hermosa?
“¡Fue un desmadre!, mis papás me daban todo, con mucho cariño, claro. Tuve carros a los 13 años y como yo era también el consentido de mi abuelo, pues me consintieron de más.
“Después me fui tres veranos de casa, me encantaba vivir. En ese viaje saco la licencia de avión, a los 15 años y ya a los 18 ya estaba volando. Regreso y ando con Karla Albuerne, ella tenía 13 años y yo 19. Anduve con ella siete años de novios y dos años de casados y me gustaría decirte de esta experiencia, amigo.
Hace como dos meses, en casa de Thelma Cora, no sé cómo salió el tema de Karla, y yo dije: ‘Quiero hablar con ella’. Le hablé por teléfono y al día siguiente nos vimos. Me dijo las palabras exactas que yo no sabía, pero me abrió los ojos y lloramos ocho horas; mi mamá lloró tres horas y al llegar a la plática le digo: ‘Te pido perdón por lo que te hice, al chile, al chile, no sé lo que pasó, pero recuerdo que me fui con dos gringas…’.
“Y no me dejó terminar, me dijo: ‘No, la culpa no la tienes tú, la culpa la tienen tus papás’. Yo digo que eso es mentira, pero en fin y me dice: ‘Pásame con tu mamá’. A ella le dice yo le llevaba la droga y ustedes decían que era mentira, yo le llevaba las fotos de las putas con las que andaba y me decían que era mentira. Batallé un año, lo aguanté otro, hasta que no pude. Después me dijo: ‘Eres el amor de mi vida’.
“Recuerdo que (en el tiempo que estuvieron juntos) me fui a Austin y cuando regresé ya valió madre, ya venía con drogas, ya era completamente otra persona”.
¿A qué edad fue la primera vez que probó las drogas?
“Cuando me fui a Austin, tenía 19 años y ahí se me acabó la vida, pero aclaro, no me gustaba la mariguana, no me gustaba nada; eran legales las tachas, las éxtasis famosas, todo eso era legal, eso fue en 1986, y la cocaína era súper ilegal, pero ahí fue donde la conseguimos y ahí fue donde me enganché y de ahí ya no la solté, desde los 19 a los 56 años”.
¿Muchos excesos?
“¡Todos!”.
¿En qué momento o más bien, qué fue lo que lo decidió parar a esa vida de excesos?
“Tengo cartas, desde los 23, 25, 29, 35 (años), diciéndole a mi papá, llorando, que me ayudara, que no podía con la adicción, me interné varias veces por voluntad propia y la última vez que me interné estaba yo con una chava y mi papá estaba en San Antonio. Le hablé y le dije: ‘Papá, me voy a internar’ y él me respondió: ‘¡Estás loco, estás muy bien!’. Le pedí hablar con mi mamá, y a ella le dije: ‘Me voy a internar’ y su respuesta fue: “¡Intérnate!”. Yo respondí que no había lugar que me ayudara.
“Mi mamá me contestó: ‘Yo te ayudo, mañana o pasado pasan por ti para que te internen’ y así sucedió, me interné y fue una experiencia terrible. Al llegar ahí, a ese lugar, era una bomba y comparado con lo que viví, eso era otro pedo.
“Al estar en rehabilitación conoces más, es como una ‘escuelita’ porque ahí uno pregunta: ‘¿Tú cómo lo usas?, ¿dónde lo usas!’. Si tú traes un problema sales con un problema peor, de ahí salí fumándome la cocaína, en aquel entonces no se usaba fumarla…”.
Afortunadamente se juntó con unos amigos que “adrede” y a “huevo”, le quitaron la “fumada”, “pero siguió usando la cocaína”-
“Desde los 16 ó 18 años de edad me tomaba una botella de Amaretto, luego cambié a vodka, luego a whisky y por 30 años seguí con puro tequila, una botella diaria, amanecía con la botella a un lado de la cama; despertaba, le daba un trago y después un ‘perico’; así viví”.
¿Todos estos excesos me imagino que vienen de un vacío, de una soledad, de una falta de amor a sí mismo o de una carencia de amor familiar?
“Yo pienso y ahorita te lo digo, nunca intenté dejar el pinche alcohol, ¡nunca! Entonces trato en los últimos tres años y medio, ¡durísimos!, dejar la cocaína, me aguantaba 80 días y volvía a caer, y lo volvía a intentar y volvía a caer, lo más que duré fueron 104 días y estaba que me llevaba la chingada”.
¿Entonces en qué momento llega la determinación de dejarla de tajo?
“Cuando llego al hospital a ver a mi papá, estaba muy malito, me llevan a verlo sólo por media hora. Lo tenía a una distancia de 15 metros y le dije: ‘Te prometo no volver a tomar’. Eso fue un 2 de octubre y a manera de milagro, que si digo esto la gente no lo va a creer, al dejar el alcohol dejé todos los vicios también”.
Todo lo ha tenido en la vida, ¿pero, qué le falta por tener y no ha conseguido?
“Primero, ser feliz. Desde los 25 años que no era feliz como ahora, o sea, me la pasaba cabrón y la gente decía: ‘Yo quiero ser como ese cabrón porque se la pasa chingón’, pero no era feliz, era sólo un modo de divertirme, se me hacía normal agarrar el celular e invitar a cuanta vieja quisiera sin importar si estaba casada o no y llevarlas al gran restaurante, pagar todo. Ahorita lo que más quiero es ser feliz, ¡ya llevo 10 meses cumplidos que soy súper feliz!”.
¿Pero no es una felicidad de “novedad”?
“No, porque ahora soy feliz estando solo. Ahora salgo a correr 15 kilómetros diarios a la Isla del Padre y disfruto hasta del vuelo de una gaviota. Veo allá la gente correr y me les uno, pero cuando llego a Monterrey aquí todo es un desmadre, todo”.
¿Dónde quedaron esas amistades falsas, esos momentos en que lo buscaban por interés, mas no por su persona?
“En el pasado. Ya me quité de todo eso”.
¿En qué momento llegó a esa decisión?
“Cuando dejé el alcohol”.
Cuando habla de dejar el alcohol, también habla de una fe, ¿una fe a Dios?
“Pues imagínate, tener 35 años tomando alcohol diario y 30 años echándote un ‘perico’ diario, y que un día se lo pidas a Dios y ese día no se me antojó nada, entonces es un milagro de Dios”.
¿A partir de ahora qué sigue para usted ya alejado de esos vicios?
“Seguir donando todos los días lo que se pueda y pasando esto del COVID ir con la gente humilde a ayudarla. No me importa a dónde me lleven, no me importa, ahí iré y si me encuentro en el camino a gente que está en ese infierno que yo viví, encantado voy para decirles que con voluntad y fe sí se puede salir de todo”.
¿Daría conferencias para hablar de sus adicciones y de cómo salir de ellas?
“Me han buscado para ello, pero les digo que me dejen cumplir cuando menos un año sin adicciones y con mucho gusto lo hago, porque ¡imagínate que haga una pendejada porque recaí!, pues ¿cómo? Aunque ya ahorita les digo: ‘No voy a recaer en mi vida, nunca más…”.
¿No teme a que esas viejas amistades falsas vuelvan a su vida?
“No porque el primero que me insinué algo de drogas le dejo de hablar y lo saco de mi vida”.
¿Así es de tajante en todo lo que hace y decide?
“Puedes preguntarle a quien quieras. Así soy yo. Así es que persona que ande mal, cero; persona que me ofrezca algo de eso, cero”.
¿Hay soledad en su vida?
“Ahora que mencionas la palabra soledad, ¡qué chingón que lo mencionas!, contraté hace un mes en la Isla, al mejor doctor que hay en psiquiatría porque me sentía muy solo, aunque tuviera vieja a un lado, me sentía solo y el doctor fue el que me dijo lo de la ‘tarjeta roja’.
“El doctor me explicó: “Es que te quedaste solo porque ya tú no te llevas con lo demás, pero no des un paso para atrás’. Me sorprendió que el psiquiatra me llegó a conocer tan bien que llegué a comprar un perro, y di con un perro que, te prometo que ha de haber pocos en el mundo como él, el cariño que me tiene y el cariño que le tengo es maravilloso”.
¿Ha pensado en plasmar sus experiencias en las drogas en un documental?
“Ya estamos en eso”.
¿Y ha pensado en escribir un libro sobre su vida?
“¡Aviéntatelo tú!…”.